una vez conocí a alguien que me dijo "no sé, a veces me da la sensación de que soy un animal herido". yo le dije que hay personas que se pasan la vida recomponiéndose, que nunca encuentran el lugar ni las personas y que están por dentro tan llenas de heridas y cicatrices que al final del día solo son capaces de decirse que ya no puede doler más. no sé si mejoró, si llegó un día en el que dijo que se había sanado: que todas sus heridas eran ya solo recuerdos. espero que así sea, porque nunca se lo dije pero a mi me pareció una de las personas más brillantes que he conocido en la vida. iba por la calle y no le importaba perder tiempo ayudando a una abeja a salir de un charco, ni sonreír a los niños en el parque, ni llevar las bolsas de alguien ya demasiado mayor hasta el coche. por las noches, antes de ir a dormir, se aseguraba de decirle a sus padres que les quería, que sin ellos sería solo una persona perdida. había veces en las que dejaba de hacer lo que más amaba en el mundo para ayudar a gente que ni conocía, y nunca le vi no dedicar una palabra amable. lo malo es que, pasado el tiempo, y las decepciones, él dejó de creer en eso que llevaba dentro. yo le decía que dentro tenía un volcán...que solo con abrir la boca lo llenaba todo de calor: no le hacía falta depender de las otras personas, por sí mismo era capaz de vivir la vida que deseaba. no lo creía pero podía conseguir cualquier cosa que se propusiera, aunque dejara de intentarlo por miedo a no conseguirlo. ojalá haberle podido decir, a oscuras y entre susurros, que hay personas que son cuchillo y sangre a la vez. que él lo era. que podía con todo. con todos. y que no entiendo por qué se rindió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario