domingo, 2 de mayo de 2010

Esta es la última vez que escribo algo para ti. Te lo prometo.

¿Nunca has sentido que tienes delante a la persona indicada para entregarle tu corazón?

Eran finales de noviembre y las cosas se habían complicado un poco entre nosotros. Ya casi ni hablábamos y, si lo hacíamos, era para reprocharnos cosas que nos habían dolido en su momento. Quizás ese fue el error principal, pero supongo que no puedo culparme por no haberlo sabido en su momento. Nadie se puede culpar por haber querido a una persona. Nadie excepto tú.

Pocas veces al año recuerdo por qué fuiste tú. Porque, precisamente, fuiste tú a quien yo decidí querer con tanto entusiasmo, como si me fueran a pagar dinero por hacerlo o como si fuera a ganar un título . A día de hoy creo que te he olvidado, del mismo modo que también me has olvidado tú.

El secreto, el verdadero secreto para olvidar a alguien, no lo sabe nadie. Es algo que aprendes por ti solo, quiero decir, es válido para ti pero no para otras personas. Qué jodido ¿verdad? Ojalá fuera tan fácil olvidarte y hacer ver que nada ha pasado. Ojalá pudiera despertarme un día y decir ‘¿cómo se llamaba aquel chico que se quedó con mi corazón a los 17?” Pero no. No puedo. Nadie puede. Y duele, claro que duele, pero al fin y al cabo el dolor es algo que nos acompaña a lo largo de nuestra vida.

Juraría que el día en que las cosas cambiaron los dos lo notamos al mismo tiempo. Creo que es así, porque aunque nos doliera mucho ya no nos mirábamos de la misma manera. En cambio aprendimos a mirarnos con otros ojos. Nuestras miradas ya no eran tiernas, nuestras miradas tenían ahora una mezla de pena y culpabilidad, del mismo modo que también tenían miedo. Quizás más la mía, porque nunca quise mirarte demasiado después de que cambiaran las cosas porque tenía miedo de lo que podías decirme sin hablar.

Tuve miedo de no saber quererte y así salieron las cosas. Me prometí a mi misma ser menos yo para aprender a ser más tú, como si eso lo solucionase todo. No lo sé, pensé que tal vez, con un poco de suerte, si yo ponía más de mi parte… las cosas se solucionarían. Pero hay un momento (seguro que todos habéis pasado por el) en que te das cuenta que una relación -ya sea de amistad, de amor o familiar- hay un momento máximo. No sé si sé explicarlo. Es un momento triste, abatidor. Es el momento en el que te das cuenta por primera vez que esa relación, ese vínculo establecido entre dos personas, ya no puede crecer más. Y sabes que forzarlo ya no serviría de nada, porque ha durado lo que tenía que durar. Porque ninguno de los dos está dispuesto a ceder más.

Siempre hablé de mi misma en tercera persona porque creía que así las personas que leyeran algo mío no se darían cuenta de que yo era la protagonista de casi todas mis historias. Porque nunca me gustó hablar de mi y a día de hoy tampoco me gusta, pero me da menos miedo. Porque yo he aprendido que hay veces en que no está mal que la gente reconozca algo tuyo, como leer algo sin título ni autor y decir ‘oye, esto se parece mucho a lo que escribe ella” y entonces preguntármelo a mi y decir, muy educadamente, “sí, es mío” y después de eso sonreír, porque reír es más complicado.

Total, que me desvío del tema. Lo que quería decirte hoy, como te digo casi todos los días que escribo algo para ti, es que quiero que sepas que me gustaría seguir siendo algo tuyo, algo que tengas contigo, algo que sonrías al recordar. Y sé que no es fácil, para mi tampoco lo es, pero te aseguro que vale la pena. Si nos queríamos antes de esto… ¿por qué no vamos a querernos después?

Y una última cosa… por muchas veces en que las cosas entre nosotros dos no hayan ido de la manera en que me hubiera gustado, quiero que sepas que fuiste y eres una parte de mi vida. Y que no estás en la sección de “errores” sinó en la de “lecciones para aprender”. Yo también te echo de menos.


4 comentarios:

  1. Creo que es lo más demostrativo que te he leido, como que quieres decirlo todo y no quedarte con nada... Dejarlo en claro y enmarcarlo poniendolo en tu puerta para que todos sepan (en especial tú) que lo quisiste tanto como sufriste, que esa sonrisa tambien tuvo llanto y que los pares se reconcilian con los impares...

    Es muy bello leer algo tan de adentro, algo tan camisa suelta y ojos despeinados...

    Un abrazo amiga, un abrazo fuertisimo!

    Sonrie...

    andrés

    ResponderEliminar
  2. El quinto párrajo me chocó.. lo he leido como cinco veces.. el amor es algo que me costará entender.

    ResponderEliminar
  3. Escribes muy bien, sí señora!!! :D

    ResponderEliminar