miércoles, 2 de septiembre de 2009

Abril del 97

Qué jodidamente difícil es enamorarse. Lo pasas mal. Demasiado mal. Pero, aunque intentes por todos los medios dejar de querer a esa persona, aunque muevas cielo y tierra para conseguirlo, aunque pagues para que te borren la mente, el corazón te sigue latiendo rápido cada vez que ves a esa persona. Y duele también.

Josh no sabía eso. No lo sabía hasta que notó que temblaba cuando ella pasaba por su lado. Caroline tenía el pelo despeinado. Iba casi siempre vestida de negro. Amaba tocar el piano. Le gustaba correr debajo de la lluvia.

Se conocieron de casualidad. Se hicieron amigos. Y se enamoraron.

No era su intención. A veces se sentían malas personas. Discutían por nada. Pero se querían tanto que verse a una distancia de tres metros era suficiente como para entender que lo sentían, y que, si podían, se comerían la boca allí mismo. Qué simple. Qué fácil es todo cuando te impulsas por lo que te dice el corazón. Qué tontería más grande.

Eran tan felices que el mundo no les importaba. No demasiado. Cuando estaban juntos todo era un vaivén de caricias, una feria de besos, una persecución de abrazos. Cuando estaban juntos todo se paraba.

Sonaba Hey Jude y ellos no podían estar más juntos. Sus manos entrelazadas eran la envidia de todo el local, haciendo que miradas curiosas sonrieran al ver a dos personas tan enamoradas. Todos bailando, ellos parados. Mirándose directamente a los ojos, sin pronunciar palabra. Sólo eso. Y de fondo “And anytime you feel the pain, hey jude, refrain, don’t carry the world upon your shoulders.”

Ella le susurró en la oreja y él sintió un escalofrío. Maldita sea, se adoraban. Qué más daba todo cuando lo único que tienes es amor. Qué más da que pase un huracán y lo arrase todo si cuando llega la calma tú estás abrazada a él.

Todo lo bueno tiene un final. Ella tenía que irse de la ciudad. Sus padres se tenían que ir a Boston a cuidar de la abuela de Caroline y ella, por supuesto, tenía que irse con ellos. Y no quería. Lógico, entendible. El corazón mandaba.

Josh no se lo tomó bien.

No hablaron en dos días. A ella se le hicieron eternos.

A él también.

A las 12 de la noche del 17 de agosto Josh fue a la casa de Caroline. Tiró unas cuantas piedras a su ventana y ella salió en seguida. Se reconciliaron con solo mirarse. Ella bajó rápidamente y le miró, se acercó lentamente y juntaron sus labios en un beso lento.

-Voy a irme contigo a Boston –dijo luciendo una sonrisa.

Ella puso una mueca de no entender nada.

-¿Qué? ¿Cómo? Estás loco Josh… -lo abrazó y le empezó a tocar el pelo.
-Me voy contigo. Mi vida eres tú, Carol. Si tu no estás…¿entonces yo para qué valgo?

Odiaban los silencios incómodos.

-Te necesitan aquí –sonrió falsamente- no puedes venirte conmigo.
-Pero es que yo no soy yo si tú no estás aquí.

Ante un momento de pánico ella reaccionó.

-Mañana nos vamos, amor. Te extrañaré de una manera terrible.

Shock del chico. Y ella no se lo había dicho hasta la noche antes. ¿Pretendía irse sin decirle nada? ¿Se iba a mudar sin decirle adiós? ¿Le iba a hacer semejante daño?

-Que si, Carol. Que me voy contigo.
-No puedes venir… -Josh le miró con cara de gato- no quiero que vengas.

Se le quebró un poco el corazón.

-No puedes dejarlo todo por un amor como el nuestro –dijo ella. -Es sincero, eso vale.
-No vamos a derrotar al mundo porque nos queramos. Deberías saberlo ya.
-Nos ha derrotado ya muchas veces. Me voy contigo, que si.
-Josh, que no quiero que vengas. ¿No lo entiendes? Tú ahí no tienes nada, malgastarías tu vida por mí. ¿Y si al llegar ahí cortamos? ¿Cómo vas a volver entonces?
-Volveré. No importa cómo. No lo dejaremos nunca.

Ella sonrió pero se puso triste a la vez.

-Es bonito jugar a esto pero sabemos que no es verdad. Que cualquier cosa que nos une nos separa también. Que esto no va a durar para siempre.

Caroline le dio un beso en la mejilla, le abrazó y subió a su casa. Y entonces él, derrotado, se fue a su casa. Cogió el whisky y se emborrachó. Nunca antes lo había hecho. Maldita sea la primavera en la que se enamoró, en la que sintió la felicidad más absoluta, en la que le partieron el corazón. Maldita sea el día en que probó por última vez sus labios.

La única verdad que recordó al despertarse al día siguiente fue que Boston es para los cobardes.

3 comentarios:

  1. "malgastarías tu vida por mí" ...hummmm! creo que eso no lo debe decir ella, él es consciente de lo que hace; no se trata sólo de seguirla a ella, sino de seguir su sentimiento, que terminará como termine, si hay un final, pero que también es suyo, no sólo de ella, otra cosa es que dé vértigo un cambio así, pero creo que ese tipo de cambios hay que hacerlos, si se hacen, convencidos de que se abren puertas, y no se cierran sobre la otra persona, que la otra persona es un mundo, sí, pero alrededor de uno mismo, sigue habiendo VIDA! en boston, en china o en sicilia :)
    un biquiño!!! perdón, que me ha salido un poco sermón... :)

    ResponderEliminar
  2. me hiciste volver la mirada atrás...
    melancolía, cierto, un par de lágrimas de remordimiento de no haberla seguido, de no haber sido valiente..



    tal vez Boston sea un lugar universal convergente en todas las historias de amor.. para mi fue (...)

    ResponderEliminar
  3. '..encantado nuevamente, con esta historia..'

    ResponderEliminar